jueves, 29 de octubre de 2009

Areas de Transición como una estrategia de planificación (7 de Septiembre, 2009)


En comparación con otras masas continentales, Latinoamérica aún conserva gran parte de su patrimonio natural. Sin embargo, existe una amenaza de rápida degradación de los ecosistemas, de mantenerse las tendencias actuales y de consolidarse las transformaciones previstas para los próximos años.

La ocupación de nuevos espacios, el uso poco planificado del territorio con políticas inmediatistas, la falta de conocimiento integral del funcionamiento del paisaje y de su potencialidad, la falta de valorización social del ambiente, extensos bolsones de pobreza e incapacidad de escoger opciones respecto del ambiente; la falta de compromiso social y, peor aún: la corrupción a veces presente en quienes deben gerenciar los recursos de la naturaleza; las prioridades de políticas económicas de corto plazo; la falta de conocimiento de los ciudadanos respecto del derecho que los asiste para disfrutar de un ambiente sano, son apenas algunas facetas del problema ambiental en gran parte de Latinoamérica.

Cualquier tratamiento técnico del problema, y enfocado en algunos temas centrales como biodiversidad, productividad, o modelos de manejo actual y futuro, precisan interpretar la idiosincrasia y variables históricas, económicas, sociales y políticas si se pretende que las especulaciones sobre el medio natural configuren un modelo de la realidad actual o futura.

Lamentablemente, pocos han sido los intentos de lograr un diagnóstico actual y un análisis de tendencias futuras respecto de las relaciones hombre-naturaleza en Latinoamérica. Al menos, no son suficientes en comparación con el extenso número de proyectos para la utilización del ambiente. Mientras los técnicos y científicos aparecen constantemente preocupados por algunos problemas sectoriales del ambiente, o comprometidos en las últimas décadas en inventarios completos de los componentes de la naturaleza, los políticos manejan tiempos distintos que muchas veces no alcanzan para lograr el mínimo conocimiento de los ecosistemas que pretenden transformar para dar condiciones más favorables de vida a la gente. En principio, nadie está interesado en destruir a sabiendas al ambiente. Sin embargo, a la hora de evaluar los resultados de las actividades humanas, el mayor o menor grado de conservación de los ecosistemas deriva del grado de fragilidad del medio y no de los estudios y precauciones emergentes de los proyectos de desarrollo.

En otro sentido el crecimiento demográfico en Latinoamérica, como en otras partes, compromete la estabilidad futura no por el sólo crecimiento de las poblaciones, sino por las expectativas crecientes de las personas (necesidades de confort), que implican un crecimiento exponencial del gasto de materiales y de energía desde los ecosistemas.

En este escenario han proliferado movimientos que proponen restringir el uso irracional del ambiente, mediante la participación activa de los ciudadanos para evitar la realización de obras que comprometan al ambiente. Aún cuando bien intencionados, dichos esfuerzsos no han sido suficientemente efectivos porque no se comprende cabalmente la realidad. Es poco posible que la población pueda defender el ambiente cuando tiene insatisfechas sus necesidades básicas. Cuando esto ocurre, también es difícil que los políticos prioricen en sus plataformas electorales a los temas ambientales y luego las leyes y regulaciones que produzcan para cuidar al ambiente, pueden estar supeditadas a la no interferencia de las metas socio-económicas.

En este contexto se ha planteado la filosofía del desarrollo sustentable como una estrategia de planificación y ejecución destinada a un relativo equilibrio entre el hombre y su ambiente. Sin embargo, en tanto no se corrijan los problemas y defectos de la sociedad (incluyendo los de economía básica, salud, educación) para lograr un enfoque más humano y menos ambicioso en el estilo de vida, poco cambio favorable se puede esperar. Como he planteado en otras contribuciones, el desarrollo sustentable como fue entendido hasta ahora es conceptualmente débil y poco real.

A partir de estas ideas, una de las mejores formas de hacer uso sabio y prudente del ambiente, comienza con la valorización correcta del mismo en términos de espacio y de tiempo. Para valorar la naturaleza y manejar su potencialidad, es necesario comprender su funcionamiento y los niveles de disturbio que cada sistema puede aceptar.


Bibliografía:
-Biogeografía de América Latina y el Caribe / Juan J. Morrone.Zaragoza, España : Sociedad Entomológica Aragonesa, 2001.
-Alegretti, M.H., 1994. Políticas para el uso de recursos naturales renovables: la Región Amazónica y las actividades extractivas. Compendio MAB (UNESCO) 18: 14-34 p.

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